jueves, 20 de diciembre de 2012

HAY OTROS ANNAPURNA EN LA VIDA DE LOS HOMBRES

Hace muy pocos días que moría Maurice Herzog, uno de los grandes del alpinismo de todos los tiempos después de su mítica escalada en compañía de Lachenal, otro de los imprescindibles, al primero de los ochomiles, el Annapurna, el año 1950. Todo un reto que quedo reflejado en su gran libro "Annapurna: Primer Ochomil. Expedición Francesa al Himalaya" que publicó en España la desaparecida Editorial Juventud. Han pasado muchos años desde que leí, o más bien debería decir que devoré, este gran libro de aventuras que tenía mi padre en su biblioteca de temas de montaña. Muchos han sido los libros de montaña que he leído después, la mayoria de ellos de hondo contenido y gran calidad literaria, pero lo que el libro de Herzog me dejo grabado, la emoción que me transmitieron sus páginas, no lo he vuelto a encontrar. No puedo decir que sea montañero por Maurice Herzog, pero si que soy el montañero que soy en gran parte gracias a lo que me hicieron vibrar sus palabras.
Maurice Herzog a su vuelta del Annapurna con graves congelaciones en las manos
Maurice termina su libro con estas palabras tan llenas de significado y vitalismo en un hombre obligado a abandonar su pasión, el alpinismo extremo, pero siempre dispuesto a asumir nuevos retos. Quizás, en estos tiempos tan duros que nos han tocado vivir, sea un buen momento para releerlas y reflexiionar sobre su sentido.
"El Annapurna, para todos nosotros, es un ideal realizado; en nuestra juventud no nos absorbían los relatos imaginarios ni los sangrientos combates que las guerras modernas ofrecen a la imaginación de los niños. La montaña fue para nosotros un campo de batalla natural en el que, jugando en las fronteras de la vida y de la muerte, buscábamos la libertad que oscuramente anhelábamos y que necesitábamos tanto como el pan.
El Annapurna, hacia el que hubiéramos ido todos con las manos vacias, es un tesoro sobre el cual viviremos... Con esta realización, una página se dobla... Una nueva vida empieza.
 Hay otros Annapurna en la vida de los hombres".
 ¡¡¡Hasta siempre, Maurice!!!
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jueves, 29 de noviembre de 2012

LA TRAVESIA DE LOS “DOSMILES” DEL RIO GOR: UN “PATEO” CON SABOR CLÁSICO (27, 28/OCTUBRE/2012)

“Todo lo que pido es el cielo sobre mi cabeza y el camino bajo mis pies”
                                                                             Robert Louis Stevenson
Introducción:
La Sierra de Baza, a pesar de su cercanía, continúa, tal vez eclipsada por su vecindad con Sierra Nevada, siendo una gran desconocida para el montañismo almeriense. Una sierra con un núcleo de áspera morfología kárstica, dominada en las alturas por agrestes calares desde los que se divisan estrechos y profundos valles y barrancos que resaltan como verdes cicatrices entre el gris cenizo de la caliza. Encontraremos llamativas formaciones como torcas, campos de dolinas y lapiaces e importantes vestigios de una antigua actividad minera que horadó estos parajes en busca fundamentalmente de galena (sulfuro de plomo) y fluorita. También valiosos pinares autóctonos como los de los calares de la Rapa y San Sebastián, Santa Bárbara, Boleta, Prados del Rey y la Fonfría donde dominan imponentes ejemplares de pinos salgareños (Pinus nigra subsp. salzmannii) y albares (Pinus sylvestris subsp. nevadensis), destacando entre todos ellos, un venerable “abuelo”, el centenario “Pino de la Señora. El inicio del otoño nos sorprenderá con los desgarradores mugidos de los ciervos en la berrea, siendo muy habitual compartir ruta con estos grandes ungulados, mientras las alturas y los roquedos son los dominios de las cabras montesas que con su agilidad dejarán en ridículo nuestras habilidades montañeras. Terrenos solitarios, duros, en los que los montañeros podemos disfrutar de ese placer tan elemental como es sentir el fresco aire serrano curtiéndonos la piel y el alma mientras acariciamos con nuestras alpargatas la piel de la Diosa Gaia.
Victor en el Calar de San Sebastián envuelto en la niebla

La crónica:
Hay recorridos que sin duda conservan el sabor del montañismo clásico, cuando el coche de un compañero, atestado de gente y macutos, un autobús o, incluso, un tren de esos que ya casi han desparecido, nos acercaban a un pequeño pueblo desde el que nos separaba una ardua “pinrelada” de las ansiadas cumbres que veníamos buscando. Siempre resulta agradable recordar estos viejos tiempos, acostumbrados como estamos hoy en día a subir el coche hasta casi el cielo. Esta vez, los cuatro integrantes de esta pequeña aventura nos apretamos en el coche de Víctor y en una mañana desapacible de otoño que, por cierto, nada bueno auguraba en término meteorológicos, salimos hacia la pequeña pedanía de Las Juntas (1.490 m), punto de partida de la travesía.
El Valle del Río Gor bajo el espeso manto de nubes
Las Juntas nos recibe con el cielo cubierto por un espeso manto de nubes que impide la visibilidad a partir de los 1.700-1.800 metros de altitud. Sin embargo, el suave viento que sopla de poniente nos hace ser optimistas, a lo que contribuye “El Gillo”, un lugareño ya veterano, que se nos une en el inicio de la ruta, y que como buen conocedor de estos terrenos nos indica que no nos mojaremos. Casi profetizando, como más adelante veremos, también nos avisa de los peligros de la niebla en el Calar de la Rapa. Con las mochilas a la espalda comenzamos la remontada del valle del Gor, mientras nuestro amigo “El Gillo” nos ameniza durante este primer tramo con historias de estos lugares y de aquellos tiempos en los que el hambre azuzaba de tal manera que hasta las grajas eran un buen bocado que llevarse a la boca. Pronto nos despedimos de “El Gillo” que tira hacia el Barranco del Zambrón en su búsqueda de setas, mientras nosotros continuamos por el Río Gor.
Primeros pasos escuchando las historias de "El Gillo"

Caminando junto al Río Gor
Un momento para disfrutar del camino ya andado
La temperatura, el ambiente, la luz que filtran las pesadas nubes y que destacan los verdes y los ocres que aún rivalizan en la vegetación de ribera en estos comienzos del otoño, animan nuestra marcha. Empiezan a aparecer manchas de pinos y, fantasmagóricas, envueltas entre jirones de niebla, “Los Frailes”, una serie de gendarmes o pequeñas agujas que decoran la ladera norte del Calar de los Frailes a la altura de un pequeño dique. Estamos ya muy cerca de las ruinas del Molino de los Pulidos que aparecen tras atravesar un tupido bosque de ribera de álamos negros (Populus nigra). Es un buen lugar para hacer un pequeño descanso y, después de dar un buen tiento al poderoso vino que lleva Kiko en la bota, recuperar algo de la energía consumida ya que a partir de ahora nos aguardan los primeros desniveles serios del día.
Los "Frailes" aparecen al fondo envueltos entre jirones de niebla
Llegando al Molino de los Pulidos atravesamos un interesante bosquete de álamos negros

La subida al Calar de la Rapa (2.239 m) se hace por la vertiente izquierda del Barranco de San Sebastián, aunque nosotros con la intención de suavizar el ascenso decidimos seguir un camino casi perdido que nos deja en una primera pista forestal. Seguimos esta pista hacia la derecha buscando el mencionado barranco, pero sin darnos cuenta nos lo saltamos o nos vamos monte a través antes de tiempo y empezamos a acumular errores al tiempo que nos vamos metiendo de lleno en una densa niebla. Una combinación casi tan mala o terrorífica como la del Licor 43 con vodka. Alcanzamos una segunda pista forestal y continuamos avanzando por ella hacia la derecha, alejándonos cada vez más del Barranco de San Sebastián. Finalmente, algo cansados de tanta pista, la abandonamos e iniciamos el ascenso directamente por las empinadas laderas de este calar. Paso a paso ganamos altura y después de atravesar un denso pinar llegamos a pie de una amplia pedrera cerrada por una imponente tapia. Superamos la pedrera en travesía hacia la derecha hasta un corto escalón rocoso que nos deja en el espolón oeste del Calar de la Rapa. E inmersos en la niebla seguimos acumulando errores.
Superando la pedrera envueltos en una densa niebla

Muy cerca de la amplia meseta en la que culmina este calar volvemos a desviarnos a la derecha por la cabecera de un amplio barranco. Sin darnos cuenta estamos circunvalando el Calar de la Rapa y para hacer realidad la advertencia que nos hizo nuestro amigo “El Gillo”, iniciamos el descenso por la vertiente opuesta a la que debíamos seguir. Como guía estoy quedando bastante mal. Estamos perdidos. No hay otra que echar mano al plano y el GPS del amigo Kiko. Es lo bueno de tener compañeros precavidos. Con frío, pero afortunadamente sin lluvia, logramos marcar las coordenadas UTM del Calar de San Sebastián en el GPS y dejar que sean ahora los satélites los que nos guíen y sitúen de nuevo en la ruta. Resulta curioso las pocas referencias geográficas que ofrecen estas altiplanicies pedregosas que son los calares, salvo quizás solitarios pinos “bandera” con sus caprichosas formas modeladas por el viento y las ventiscas, resultando fácil despistarse en condiciones de baja visibilidad.
Buscándonos en el plano...

Viejo tronco de un "Pino Bandera" partido por un rayo enmedio de la nada...
El conocido perfil del Calar de San Sebastián (2.165 m), donde hice noche en una pasada travesía por estos parajes, me confirma que estamos de nuevo en la ruta. Nos queda continuar el cordal en dirección Norte y una severa bajada hasta el Puerto de los Tejos (1.873 m) en la que nos sorprenden los abundantes arces (Acer granatense) que resaltan en medio del pinar con el amarillo intenso de su follaje otoñal. Una vez en la pista forestal que atraviesa el puerto decidimos hacer una parada para recuperar fuerzas y, como no, reconfortarnos cuerpo y alma con un generoso trago de la bota.
Bajando hacia el Puerto de los Tejos nos sorprenden estos arces con su vestimenta otoñal
Parece que la niebla quiere levantar lo que nos anima a continuar con el plan previsto que no es otro que remontar hacia el Norte la Loma del Gato hasta el Calar de Casa Heredia (2.167 m). Es una subida que, aunque ni el desnivel (no llega a los 300 metros), ni la pendiente son excesivos, se “pega” a las piernas después del empinado descenso que acabamos de hacer. Empiezan a aparecer las cicatrices que la actividad minera ha dejado en estos parajes con algunos pozos de mina que parecen conducir al mismísimo averno.
Las rampas de la Loma del Gato se "pegan" a las piernas después de unos buenos tientos a la bota en el Puerto de los Tejos

Viejos pozos mineros en el Calar de Casa Heredia
Desde la cumbre, la Hoya de Baza aparece iluminada en un extraño contraste de luces y sombras, mientras un poco por encima nuestra, el manto nuboso envuelve completamente al Calar de Santa Bárbara.
Empezamos a descender por la cuerda hacia el Oeste hasta encontrar una vieja vía de servicio de las Minas de la Cruz que nos deja en el Puerto de las Palomas (2.037 m). Tras una breve parada para reponer agua, seguimos por la pista forestal hacia los Prados del Rey. La niebla, el verdor de los prados, los majestuosos pinos albares nos transportan mentalmente a las “High Lands” escocesas. Pensamos hacer noche protegidos en el porche de la Caseta del Pozo de la Nieve, pero para nuestra sorpresa la encontramos abierta. Es una buena noticia, ya que aunque no pega mucho la “rasca”, la humedad cala los huesos. Desafortunadamente, el refugio ya sufre las consecuencias de estar abierto y ser accesible con coche, como las típicas pintadas, suciedad y destrozos varios que no voy a enumerar. Aun así encontramos en el piso superior una habitación y varios colchones en bastante buen estado que nos permiten dormir como lirones, a pesar de que mientras voy cayendo en las garras de Morfeo, los múltiples ruidos y crujidos provocados por el viento y la lluvia, me lleven en algún momento a pensar que alguno de los fantasmas de Elorrieta se haya trasladado a estos parajes en busca de un clima más benigno.
Desde el Calar de Casa Heredia la Hoya de Baza aparece extrañamente iluminada en la lejanía

Entrando a los Prados del Rey bajo unos majestuosos pinos "melguizos"

Los Prados del Rey envueltos en la niebla parecen una copia de los "High Lands" escoceses
La mañana amanece despejada y fría. Buena noticia, ya que durante la cena nos habíamos planteado el abandono si el tiempo seguía malo. Además podremos disfrutar del paisaje ya que la visibilidad durante la jornada anterior estuvo muy limitada. Después del desayuno volvemos a remontar la pista hasta el Puerto de las Palomas para cargar agua.
Amanece una fresca y despejada mañana. Al fondo, el viejo Pozo de la Nieve que da nombre al lugar y, en la llanura, el Jabalcón

Desayuno en nuestra "suite royal"

La Caseta del Pozo de la Nieve donde nos hemos refugiado esta pasada noche. Es una pena que el vandalismo esté haciendo ya mella en este confortable refugio.
Atravesando un imponente pinar ascendemos al Calar de Tejoletos (2.228 m) desde donde continuamos por la cuerda en dirección Oeste hacia el Collado Resinero (1.966 m). La claridad del día nos regala unas panorámicas impagables de todo el recorrido de ayer, el Altiplano Granaíno con el Jabalcón como un hito solitario sobre el Pantano del Negartín, las sierras jienenses y una Sierra Nevada ya blanqueada en los “tresmiles”. Lastima que mi cámara de fotos se haya quedado sin pilas. El Collado Resinero exige una parada y otro buen tiento a la bota para recargar pilas. Un desnivel de 189 metros nos separa del Picón de Gor (2.155 m), una imponente atalaya sobre la Hoya de Baza y desde donde divisamos el impresionante cañón labrado por el río Gor en Gorafe, una zona, por cierto, que concentra más de 200 dólmenes neolíticos.

Nos despedimos de los Prados del Rey y sus grandes pinos albares

En la cumbre del Calar de los Tejoletos mirando hacia las blancas cumbres de Sierra Nevada. El Picón de Gor asoma a nuestra derecha (Foto: Kiko)

Un solitario "Pino Bandera" (Foto: Kiko)
Un descenso por la ladera Sur del Picón de Gor nos deja en el collado del Poyo de los Jiménez (1.983 m). Unos ciervos nos observan cautelosamente desde la lejanía mientras seguimos la cuerda en dirección Sur hacia el Calar de las Grajas (2.081 m), cuya cumbre es en realidad una depresión de paredes escarpadas, una pequeña torca que parece una miniatura del famoso Torcal de Antequera. Otra corta bajada hasta los 2.025 metros y, siempre en dirección Sur, volvemos a ganar altura para hacer la última cumbre del día y de esta travesía, el Calar de las Torcas (2.081 m). Un merecido trago de vino y tras asomarnos a los vertiginosos escarpes que dan vista al valle del Gor por donde iniciábamos esta ruta ayer por la mañana, buscamos la mejor zona para afrontar el fuerte descenso hasta la localidad de Las Juntas. Afortunadamente, el terreno mullido por la lluvia nos facilita la bajada, con mucho la más dura y empinada de todo el recorrido.
Vertiginosos tajos desde los que asomarse al Río Gor en el Calar de las Torcas (Foto: Kiko)

Duras rampas nos separan de Las Juntas desde donde empezamos ayer esta travesía por los calares del Gor
Una vez hemos llegado de vuelta al coche y tras comprobar que las rodillas siguen intactas y en su sitio, nos felicitamos de estas dos jornadas vagando por los Calares del río Gor. Es ahora cuando uno comparte en su más hondo significado aquellas palabras del escritor escoces Robert Louis Stevenson con las que empecé este escrito. Solamente nos queda el viaje de vuelta, eso sí, previa parada en algún “bareto” para refrescar nuestros resecos y sufridos gaznates.
La ruta:
Esta no es una ruta extrema. Nada más alejado de la realidad. Sin embargo si se debe considerar una travesía exigente que recorre en su mayor parte un territorio áspero como es el de los calares y que aunque no afronte grandes desniveles de una sola tacada, sí que va acumulándolos en un continúo sube y baja en lo podría definirse con el expresivo apelativo de terreno “rompepiernas”.
La primera jornada es la más dura, aunque también la que recorre paisajes más variados. Así, comienza remontando la cabecera del río Gor con su vegetación de ribera para encaramarse al Calar de la Rapa (2.239 m), la mayor altitud de la travesía. Es en esta parte del recorrido, como resulta lógico, donde se acumula el mayor desnivel del día (749 metros). Entramos en el reino de los calares, cumbres redondeadas, casi altiplanicies en casos como el de la Rapa, de terreno pedregoso densamente tapizado de sabina rastrera (Juniperus sabina) y donde prácticamente las únicas referencias geográficas son los “pinos bandera”. Ojo, por tanto, a la niebla y la baja visibilidad. El recorrido continúa por la cuerda, primero en dirección este y después norte hacia el Calar de San Sebastián (2.165 m). Dura bajada al Puerto de los Tejos (1.873 m), donde se puede conseguir agua (ojo, si este punto de agua estuviera seco, hay que descender por la pista en dirección sureste hasta el Cortijo de las Cuevas del Herrero)y se vuelve a remontar la cuerda en dirección norte hacia el Calar de Casa Heredia (2.166 m). Desde allí tomamos la cuerda en sentido noroeste hasta el Puerto de las Palomas (2.037 m). Siguiendo ahora la pista forestal en dirección norte encontramos un tornajo para el ganado donde podemos recargar de nuevo las cantimploras. Estamos en los Prados del Rey, unos prados de alta montaña rodeados del bosque relicto eurosiberiano de pino silvestre o albar (Pinus sylvestris subesp. Nevadensis) más al sur de Europa. Continuando por esta pista y desviándonos a la izquierda en el segundo cruce que encontremos, llegamos a la Caseta del Pozo de la Nieve, un refugio situado justo en la umbría del Calar de la Boleta donde pasar la noche a cubierto, siempre con el permiso de los vándalos. Aquí también podemos visitar el pozo de la nieve que da nombre al paraje y que ya citaba el Marqués de la Ensenada en su catastro del año 1.753. En la Caseta del Pozo de la Nieve concluimos el primer día de la travesía.
Resumiendo, un total de 9 horas con un recorrido de algo más de 20 kilómetros y 1.400 metros de desnivel acumulado. Ojo, habría que descontar de este cómputo los 3 a 4 kilómetros y una hora y media a 2 horas correspondientes que nos supuso nuestro despiste en el Calar de la Rapa.
La segunda jornada se inicia con la ascensión al Calar de Tejoletos (2.228 m) por su vertiente norte. Una vez ganada la cuerda, continuamos en sentido oeste, descendiendo al Collado Resinero (1.966 m) desde donde volvemos a remontar hacia el Picón de Gor (2.155 m) por su vertiente oeste. El Picón de Gor se baja por su cara sur hacia el Collado de Poyo Jiménez (1.983 m), continuando el cordal en esta misma dirección (sur) hasta los calares de las Grajas (2.081 m) y, finalmente, de las Torcas (2.078 m). Desde el Calar de las Torcas hay que comenzar el descenso en dirección suroeste asomándonos a los tajos para buscar la bajada más factible a Las Juntas. Ésta se hace por una ladera de gran pendiente y terreno pedregoso que requiere intuición montañera y rodillas poderosas.
En esta segunda jornada echamos un total de 6 horas para un recorrido de aproximadamente 12 kilómetros con 700 metros de desnivel acumulado.
Croquis de la "Travesía de los Dosmiles del Río Gor". En azul está el tramo que andamos pérdidos en la niebla
Para aquellos que estéis interesados en obtener más información de esta sierra os dejo este interesante enlace con la web de “Proyecto Sierra de Baza”.
Grupo de avezados montañistas: Elena Campoy, Kiko Ruiz, Víctor, José Salazar

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miércoles, 28 de noviembre de 2012

AL LORO: ROBOS DE BICIS EN EL CAMINO ANTIGUO DE ENIX

Compañeros, especialmente ciclistas de montaña, al lorito con esta info que confirma lo que ya se venía comentando sobre los robos de bicicletas de montaña en el Camino Antiguo de Enix:
 http://ciclismo-almeria.blog.com.es/2012/11/27/robos-de-bicis-y-agresiones-en-pista-de-peseta-15255094/
Por tanto, mucho cuidadín a los que os soléis aventurar en este habitual recorrido de BTT en Almería. Parece que en estos tiempos de retroceso social en los que vivimos inmersos comienzan a aparecer "remakes" de Vaquillas y Toretes, dos de los delincuentes juveniles más conocidos de los ocenta... 
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martes, 16 de octubre de 2012

UNIDOS CONTRA EL HAMBRE


No se me ocurre lucha más importante que eliminar de una vez por todas la deleznable lacra del hambre en el mundo. Presionemos a los políticos para que actúen de una vez y acaben de una vez con ella. Desgraciadamente, estos tiempos de recortes también están afectando a las ayudas al desarrollo que prácticamente han desaparecido de los Presupuestos Generales del Estado. Firmando esta petición nuestros gobernantes sentirán nuestro aliento en su cogote y haremos crecer este movimiento de forma imparable
http://www.1billionhungry.org/
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lunes, 20 de agosto de 2012

EL INFIERNO DE TREBLINKA

"¡El horror! ¡El horror!" 
Joseph Conrad. El Corazón de las Tinieblas
Durante el verano 1944 el gran escritor ruso Vasili Grossman, corresponsal durante la II Guerra Mundial del periódico del ejercito soviético “Estrella Roja”, escribía un estremecedor artículo titulado “El Infierno de Treblinka” en el que describía los aterradores descubrimientos que hicieron las tropas soviéticas durante la liberación de Polonia en lo que parecía ser una apacible granja regentada por una familia ucraniana y que en realidad escondía uno de los campos de exterminio más terroríficos que la mente humana haya podido crear. Treblinka era y es una auténtica puerta directa al averno, a lo más oscuro y horroroso que puede esconder el corazón y el alma de los hombres. Hoy en día, 68 años después de estos terribles descubrimientos aún hay gente que se permite la negación del holocausto en un gesto que nos condena a su repetición una y otra vez a lo largo y ancho del mundo. La lista es larga. Argentina, Guatemala, Bosnia, Ruanda, Camboya, son sólo algunos de los nombres más conocidos, aunque no podemos olvidar otros genocidios ocultos en las entrañas de este sistema económico tan injusto, como los del hambre o las migraciones que, bajo un silencio cómplice de gobiernos y medios de comunicación están dejando miles, millones de muertos en un día a día implacable al que todos nos hemos insensibilizado. Un embrutecimiento de genero humano que provoca pavor.
Vasili Grossman durante la II Guerra Mundial
En medio de este clima de recesión en el que vivimos inmersos, condenados a brutales recortes en el estado del bienestar, siempre es fácil echar la culpa de todos nuestros males a los otros, a los diferentes. Son éstos discursos cercanos que escuchamos a algunos de nuestros políticos con menos escrúpulos y que son frecuentemente repetidos en cualquier conversación de barra de bar. Germinan por muchas partes las esporas del fascismo y del nazismo bajo altisonantes nomenclaturas de frentes nacionales y patriotismos baratos, refugios últimos de los canallas como dice aquella famosa cita del Dr. Samuel Johnson. Es por ello que no viene mal recordar parte de las palabras de Grossman. Porque en el origen de todo genocidio, del horror, siempre está la culpabilización de alguna étnia, raza o país.

“El orden del campo, la documentación precisa de los asesinatos, el gusto por las bromas monstruosas que de algún modo recordaban las de los soldados alemanes borrachos, cantando a coro canciones sentimentales entre charcos de sangre, los discursos que dirigían constantemente a los condenados y sus prédicas y citas religiosas impresas pulcramente en fragmentos especiales de papel, eran los reptiles y los dragones que se habían desarrollado a partir del embrión tradicional alemán del chovinismo, arrogancia, egoísmo, imperturbabilidad, cuidado esmerado del pequeño nido propio e indiferencia fría frente al destino de todo lo vivo sobre la tierra, de la feroz seguridad de que la música, la poesía, la lengua, los prados, los baños, el cielo y los edificios alemanes son los mejores del universo...”
Judios en el camino a Treblinka

La referencia a ese sentimiento de superioridad del que hacían gala los monstruos de Treblinka no deja de inquietarme cuando hoy en día escucho a algún dirigente alemán, o de la opulenta Europa del Norte, referirse con arrogancia a sus vecinos dilapidadores del Sur mientras nuestros gobernantes asienten con disciplinada complacencia. Sobre todo, porque percibo en los mensajes de estos talibanes del neoliberalismo económico esa “indiferencia fría frente al destino de todo lo vivo sobre la tierra” a la que aludía Grossman. Y es que oculta bajo tanta austeridad, tanta medida liberalizadora o cómo quieran llamar a la amputación de derechos que venimos sufriendo, están millones de personas a las que cada día resulta más difícil no ya vivir con dignidad, sino simplemente sobrevivir. Una estremecedora deshumanización de la sociedad que no puede traer nada bueno.
Sirvan estas letras, en todo caso, como modesto homenaje a tantos millones víctimas de la locura y mortífera determinación de todos los totalitarismos.
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miércoles, 23 de mayo de 2012

MARIPOSA DE MACAÓN

El pasado viernes, mientrás paseaba camino de la Cala de Los Genoveses (Cabo de Gata) tuve la suerte de encontrarme y poder fotografiar un bello ejemplar de macaón (Papilo machaon) sobre unas flores de siempreviva azul (Limonium sinuatum).
Aunque se trat de una de las mariposas diurnas más fáciles de ver en la Península Ibérica, es evidente que su gran belleza bien merecía la fotografía.
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martes, 17 de abril de 2012

El PINO DE LA SEÑORA (Pinus nigra subsp. salzmannii), EL ABUELO DEL PINAR DE LA FONFRIA (SIERRA DE BAZA)

El Pino de la Señora, más de 350 años de histora natural
Casi en la cabecera del Barranco de la Fonfria, en la umbría de Sierra de Baza, a 1.720 metros de altitud, nos encontramos con el Pino de la Señora, un soberbio ejemplar de pino laricio o salgareño (Pinus nigra subsp. salzmannii), que, con una edad estimada de 350 años, se puede considerar el “abuelo” del magnífico Pinar de la Fonfría, uno de los pinares del piso oromediterráneo mejor conservados de las sierras del Sur de España.
Cuando nos vamos acercando, la enorme copa del Pino de la Señora aparece destacada enmedio del pinar
El tronco del Pino de la Señora destaca sobre los del resto

Este gran pino se caracteriza por un impresionante tronco, algo inclinado, y con una altura de unos 17 metros. En su base, con un perímetro de 6 metros, hay un gran hueco resultado de los “resiegos” que a lo largo de los siglos practicaron los serranos para producción de las “teas”, unas astillas largas y finas impregnadas de resina que se utilizaban para encender fuegos, chimeneas y braseros. Restos de carbonilla en la madera delatan que este gran “resiego” también se utilizó por las gentes de la sierra como amparo o refugio durante alguna fría noche.
Eloy posa junto al impresionante tronco y la enorme cicatriz que las faenas de "resiego" han dejado en este momunental pino
Retos de carbonilla delatan que el gran "Resiego" del Pino de la Señora también fue utilizado como refugio en frías noches por pastores y serranos


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martes, 13 de marzo de 2012

UN “RULE” POR LOS “TRESMILES” ORIENTALES DE SIERRA NEVADA. PUNTAL DE LOS CUARTOS (3.154 M)

Ha llovido bastante, aunque no precisamente en este año, desde la última vez que coincidí con mi hermano Aitor, “Kanishe”, en el monte. Para tan memorable reencuentro elegimos la zona de los “Tresmiles” Orientales de Sierra Nevada desde su vertiente norte con la idea de completar una buena “alpargatá”. Vamos, dicho en otras palabras, amortizar la suela de las botas. Así, el sábado por la mañana, mientras el Duque de Pon-la-Palma (Urdangarín, para los no versados en aristocracia, ni en cleptomanía) entraba en los juzgados de Palma, me encontraba con Aitor en el Refugio de Postero Alto (1.850 m).
Primeros pasos con el Picón de Jeres como telón de fondo
Sin perder tiempo estamos caminando con los morrales al hombro rumbo al Puerto de Trevélez, paso tradicional de ganado desde el Marquesado del Zenete a la Alpujarra (Cañada Real de Trevélez). Encontramos nieve desde el refugio, aunque con muy poco espesor y con una dureza adecuada que facilita el caminar sin necesidad de crampones. A la altura de donde se encontraba la desaparecida “Casilla de los Rojos”, dejamos la Cañada Real de Trevélez y nos dirigimos directamente hacia la Piedra de los Ladrones, ya en las cercanías de la cota de los tres mil metros. Un buen sitio para hacer una breve parada para el avituallamiento. El día luce magnífico y a esta altura tenemos que echar mano a los chaquetones para protegernos de la rasca que sopla por aquí.
Kan se pelea con las duras rampas en las cercanías de la Piedra de los Ladrones
Continuamos ganando altura por la cuerda rumbo a Cerro Pelao (3.143 m), nuestra primera cumbre del día, cima, por cierto, de controvertida toponimia, ya que el IGN da este nombre al colindante Horcajo, mientras que a ésta la denomina Puntal de Juntillas. Incluso en cartografía antigua aparece como Cerro de las Tres Lindes, al ser límite entre los términos municipales de Jeres del Marquesado, Güejar Sierra y Trevélez. En cualquier caso, yo me quedo con los nombres de Cerro Pelao y, en consecuencia, Horcajo para su vecino, que son los que hemos utilizado tradicionalmente los montañeros almerienses.
Camino de Cerro Pelao con las estribaciones orientales de Sierra nevada a nuestras espaldas
Tras un pequeño respiro, seguimos la cuerda en dirección Oeste para asomarnos a los vertiginosos Tajos Negros de Covatillas sobre los Lavaderos de la Reina. Un pequeño descenso y una corta arista, donde dejamos las mochilas, nos llevan a la segunda cima del día (sin nombre en la cartografía, 3.115 m), desde donde continuamos hasta el Puntal de los Cuartos (3.154 m), nuestra mayor altura del día. Allí disfrutamos de una vista privilegiada de la elegante Norte de la Alcazaba, la Gran Dama de Sierra Nevada, y sus impresionantes Tajos del Goterón. El reloj marca ya las cuatro de la tarde, tiempo de darse la vuelta y empezar a buscar un emplazamiento protegido del viento para el vivac.
"Recortando silueta" en la aristilla sobre los Tajos Negros de Covatillas
Al fondo, de derecha a izquierda, el Horcajo y Cerro Pelao. También se aprecia claramente la arista sobre los Tajos Negros
Un pequeño respiro en la subida al Puntal de los Cuartos (3.154 m), la mayor altura del día.
Los últimos pasos hasta la cumbre del Puntal de los Cuartos (3.154 m)
Los "artistillas" en la cumbre del Puntal de los Cuartos (3.154 m)
Ya de vuelta, echando una mirada a los vertiginosos Tajos Negros de Covatillas
Así, desandamos nuestros pasos, recuperamos los “morrales” y en las cercanías de Cerro Pelao nos desviamos en dirección Norte hacia el Picón de Jeres (3.088 m), nuestra última cumbre del día. Allí esperamos poder refugiarnos en el corralillo de piedra que hay junto al vértice geodésico, pero lo encontramos cubierto de nieve. Como la rasca empieza a apretar, decidimos tirar directos hacia el Circo de Alhorí. Las fuertes pendientes que nos esperan nos aconsejan calzarnos los crampones por primera vez en el día. Craso error, encontramos una nieve sin transformar en la que nos hundimos hasta la rodilla y que se convierte en la trampa ideal para el fastidioso “cramponazo”. Nada, poco después acabamos por quitarnos los crampones. No es de extrañar que entre tanto vaivén un pequeño zorro con el que nos cruzamos nos eche una inquisitiva mirada en la que creo vislumbrar un reprobatorio “¡qué poco arte el de estos humanos!”.
¡¡¡Eiiinggg!!!¿Ande van estos dos humanos?
Ya en el Circo buscamos un pequeño abrigo natural un poco por encima del nacimiento del río Alhorí y que goza de fabulosas vistas sobre los tajos donde se forman las famosas cascadas y corredores que dan fama al lugar. Además, su orientación Sur permite disfrutar de bastantes horas de sol y de un calorcito que siempre es bien recibido en este inhóspito paraje. Buen lugar que compartimos con una joven montesa y que bautizamos como la “Cueva de los Accitanos”, ya que el amigo Antonio “4x4” vivaqueo aquí en alguna ocasión con montañeros de Guadix. Toca limpiar un poco la nieve, fundir algo de nieve para la sopa, charlar largamente sobre el día y tantas cosas que nos vienen a la cabeza en estos buenos momentos de monte, descojonarnos con alguna que otra “basteza”, para, finalmente, al calor del saco, dejarnos caer en los dulces brazos de Morfeo. Han sido casi 9 horas de actividad continua.
La entrada dela Cueva de los Accitanos, nuestro refugio por esta noche
Abro los ojos casi al tiempo que una tenue y delgada línea roja anuncia el amanecer sobre la cuerda de Sierra Nevada. En cuanto el sol empieza a calentar, saltamos de los sacos y preparamos el desayuno que nos toca compartir con nuestra vecina de apartamento, la cabra montés, que aunque muestra una clara preferencia por las almendras, no desprecia ni el salchichón ¡Es duro ser vegetariano a esta altura!
La delgada línea roja. Amanecer desde nuestra privilegiada habitación con vistas
Mientras oreamos los sacos entablamos conversación con nuestra vecina...
A ver si os estiráis con unas almendrillas...
La vuelta la hacemos por el río Alhorí, un recorrido de los que siempre acaba uno satisfecho, muy especialmente en esta época del año, cuando las nieves y los hielos le transfieren un fiero aspecto alpino. Así, paso a paso, concluimos un buen par de jornadas en la montaña que, como leí hace un tiempo, “nada hay tan bueno como el sol y el viento para disipar la insensatez de uno” (Epigramas de Roycroft).
Borbotones de hielo sobre el Río Alhorí
Croquis de nuestro recorrido

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